Alegre, positiva y amable, así debe ser nuestra comunicación. Debe dejar una impronta, una potente emoción en el espectador. Para lograr este objetivo no basta con pegar cuatro imágenes “chulas”, sino que hay que contar una historia y contarla con estilo. Lo curioso es que las buenas historias se escriben marcha atrás, como los cangrejos. Nuestro final  tiene lugar en una clínica innovadora, con un diseño único, casi abstracto y lleno de colorido. Un lugar que nos aleja de toda connotación negativa que tiene una clínica dental clásica. Y es precisamente ese universo el que ha de servirnos como fuente de inspiración para el resto de secuencias tanto a nivel formal como conceptual. Es fundamental que el código visual que vamos a usar sea coherente de principio a fin. Nuestro mundo ha de ser un círculo. De no serlo, el espectador, a un nivel intuitivo, lo asociará a un error, a un defecto de forma. El equivalente a caras serias y enfadadas. Y nosotros… solo queremos sonrisas.